La noche de la nostalgia
Aunque me tilden de hipercriticón, de antisocial, de rebelde sin causa, de lo que quieran… tengo que expresar lo que siento: odio “La noche de la nostalgia”. Nunca entendí esa fiesta impuesta por los dueños de locales nocturnos para poder sacarle jugo a la víspera del aniversario de la Declaratoria de la Independencia, tan impuesta como el Día del Niño, que antes era el 6 de Enero, día que realmente representaba algo, y ahora es el Domingo de Agosto que le convenga a los comerciantes de juguetes para aumentar sus alicaídas ventas.
Probablemente, en otra oportunidad pueda trascender el ejemplo que constituye el tema de este escrito y referirme a las incontables imposiciones que padecemos como integrantes de esta sociedad posmoderna, y los problemas que de ellas se derivan.
Sin embargo, desde ya aclaro que no es esa mi intención en este artículo. Acá lo que quiero es presentar, fundamentar y comentar mi posición acerca de la noche de mañana, compartida por algunos y criticada por otros. Además, intentaré esbozar un plan para MI nostalgia, que puede ser tomado por los lectores siempre que citen a la fuente
Antes que nada, conviene dejar en claro en qué consiste “La noche de la nostalgia”. Se trata de una fiesta nocturna, recientemente reconocida a nivel parlamentario, en la que la gente se reúne a bailar, tomar y fundamentalmente deleitarse con música de épocas pasadas, sobre todo de las décadas del 60, 70 y 80. Esta última característica es la que distingue a la noche del 24 de Agosto del resto de las del año: es la nota que justifica el nombre de la celebración; en ella radica la “nostalgia”.
Precisada la definición, voy a exponer los motivos que me llevan a cuestionar la válidez de “La Noche de la nostalgia” como tal.
En primer lugar, parece ridículo que gente de 15 a 30 años inunde los boliches, pubs, bailes y demás antros del país entero, pagando precios exorbitantes tanto por la entrada como por las consumiciones, para recordar con nostalgia algo que no vivió. Es irrisoria la idea de un purrete de 17 años departiendo con su novia de 18 acerca de las bondades musicales de una época, como los años 70, de la que no formaron parte, en la que ni siquiera existían como espermatozoides, en la que sus padres ni soñaban con ellos. A ver si con esta dramatización les queda más claro.
Noche del 24 de Agosto, fiesta en una chacra de Canelones
Yonatan (nacido en 1988)_ Vo Yesi, qué nivel, qué fiesta, me hace acordar a las bailantas del Sudamérica, a los tiempos de Karibe con K… te acordás qué pibe que era el “Fata”? Y el Yesti Prieto? No hacían playback en aquella época, tampoco se tenían el pelo como ahora, qué tiempos.
Yesica (nacida en 1987)_ Pah Yona, la verdá que sí, menos mal que los genios empresarios de la noche uruguaya inventaron “La noche de la nostalgia”, porque si no la inventaban nunca íbamo a poder recordar estas cosas… Tenés razón Yona.
En segundo lugar, por qué el 24 de Agosto? Qué tiene que ver esta fecha con la nostalgia? Nada, absolutamente nada. Si realmente la idea de los inventores de esta patética fiesta fuera recordar tiempos pasados, hubieran elegido un día más significativo, a saber: el del debut de Palito Ortega, el del nacimiento de Freddy Mercury, el de la despedida de los Bee Gees, el del primer baile de Abel Duarte, el del último disco de Donald o Sergio Denis… en fin, una fecha que verdaderamente sea nostálgica, digna de recordar, no un 24 de Agosto porque al día siguiente es feriado. Esa fecha solamente se justifica por razones económicas, comerciales, no por motivos vinculados a la nostalgia. Tampoco tolero que me vengan con que se recuerda lo sucedido en 1825 en la Piedra Alta, porque no puede caber en la cabeza de nadie que aquellos valientes orientales hubieran deseado ser recordados escuchando Roxette.
En tercer lugar, por qué hay que salir? Acaso no es igualmente nostálgico escuchar siete horas seguidas a Henry Mullins en 90.3 Oldies FM en una Spica tirado en el sillón de mi casa, ahorrando tiempo y dinero? La respuesta a esta última pregunta, en la visión de los defensores de “La noche de la nostalgia”, es un claro y contundente no. Al parecer, en los tiempos que corren, la única forma de ser nostálgico que está permitida y bien vista socialmente es bailar amuchado entre quinientas personas, de las cuales el 80% no tiene la más puta idea de lo que dicen las canciones que están escuchando, el 90% no era nacido cuando las canciones eran populares, el 95% no pega dos pasos de baile seguidos y el 98% son unos crotos. El restante 2% lo conforman los que curran con este negoción que es la nostalgia, otrora sentimiento humano de los más nobles, hoy reducida a una mercancía más de la vorágine capitalista.
Finalmente, y para no quedarme en la crítica, voy a elaborar un programa para MI nostalgia, que puede ser llevado a cabo cualquier día del año y a cualquier hora.
Nostalgia, al menos para mí (uruguayo nacido en 1985 con muy poco camino recorrido) se asocia indisolublemente con la década del 90. En ese tiempo viví mi infancia. Yo solo puedo tener nostalgia de eso, no de la música ochentosa. Es así que varios aspectos del glorioso último decenio no pueden ni deben faltar en la nostalgia de una persona que está al borde de cumplir 20 años. En otros términos, según mi visión, no puede haber nostalgia si faltan algunas de estas actividades: tomar Vascolet (después de la escuela), comer canicas y Tico Tico (de Pernigotti), alfajores Qué Rico, jugar al fútbol (en la vereda y con los amigos en partidos hasta 30 goles), al Richar (a tres toques), al Juego de la botella (para poder darle un pico a una compañerita de clase), al Juego de la copa (a ver si es verdad que la copa se mueve sola o algún boludo la mueve), al Conejo, al Cuatro, a la Escondida (intentando pasar la piedra y no recibirla para no quedarla y llegado el caso hacer la famosa pica por todos los compa), al Ring raje, al Metro, al 25 (cabeza vale diez y chilena veinticinco, llegar a la prenda y meter un buen paredón o puente chino), al Cuarto oscuro, al Veo veo, al Serio, a la Guerra de Agua (preferentemente contra los vecinos más odiados), al Robamontón, al Atari, al Family Game (con el adaptador para Nintendo), al Nintendo, al Super Nintendo, al Sega, al Pacman, al Tetris, al Goal, al Goal Two, al Super Mario World, a todos los FIFA Soccer (hasta el 99), al Francia 98, a Carmen San Diego (para ver cómo salía el ladrón de adentro de la vasija y ponían esa musiquita inolvidable), al Mete Pata (en lo posible sin quebrarte los tobillos), al PC Fútbol, al Need for speed 2, mirar Supercampeones (y practicar el tiro de remate, el del tigre o las acrobacias de los Hermanos Korioto), los Osos Gummies (soñando con alguna vez encontrar una planta de gomivalla), el Pato Darwin (en lo posible tarareando la canción en la presentación del programa), Mac Pato, Capitán Planeta (lamentándote porque al representante de Sudamérica lo llaman Corazón), los dibujitos de los fantasmas en Canal 5, Charoná y Torúmbulo, Cúpido motorizado, los Power Rangers, Johnny Quest, las Aventuras de Tin Tin, el tándem de la risa con La niñera y Los tuyos y los míos, Jugate conmigo, Requetedivertidos, Cacho Bochinche, Horacio y Gabriela, Nubeluz, Jugo de Colores, las películas cuasi porno de Cine Continuado en Canal 4 (en las que siempre actúa Shannon Tweed), fútbol inglés en Canal 5 con relatos de Enrique Hananía, el Calcio en el 10 con Carlitos Muñoz, Qué Apostamos? con Ramonchu García y la Obregón, El Juego de la Oca con Emilio Aragón, Xuxa (dándole besos a los discapacitados), escuchar al Lobizón del Oeste (y su hit de Marta soy el número 1, continuado en un segundo disco por La arañita de Martita, canción pocas veces recordada que dice en su estribillo “Guarda que te agarra, mira que te pica, la arañita de Martita”), aquel cassette del Cuarteto de Nos que todas las madres odiaban (incluye el Putón del barrio, Zitarrosa en el Cielo y Me agarré el pitito con el cierre, tres clásicos), leer Los Piratas del Atlántico Sur, Los Fantasmas de la Escuela (e ir al teatro a ver la obra), la Guía para la vida de Bart Simpson, las innumerables Revistas Charoná… y una larga lista de etcéteras.
Después de esto, qué me van a venir a hablar a mí de “La noche de la nostalgia”…
Probablemente, en otra oportunidad pueda trascender el ejemplo que constituye el tema de este escrito y referirme a las incontables imposiciones que padecemos como integrantes de esta sociedad posmoderna, y los problemas que de ellas se derivan.
Sin embargo, desde ya aclaro que no es esa mi intención en este artículo. Acá lo que quiero es presentar, fundamentar y comentar mi posición acerca de la noche de mañana, compartida por algunos y criticada por otros. Además, intentaré esbozar un plan para MI nostalgia, que puede ser tomado por los lectores siempre que citen a la fuente
Antes que nada, conviene dejar en claro en qué consiste “La noche de la nostalgia”. Se trata de una fiesta nocturna, recientemente reconocida a nivel parlamentario, en la que la gente se reúne a bailar, tomar y fundamentalmente deleitarse con música de épocas pasadas, sobre todo de las décadas del 60, 70 y 80. Esta última característica es la que distingue a la noche del 24 de Agosto del resto de las del año: es la nota que justifica el nombre de la celebración; en ella radica la “nostalgia”.
Precisada la definición, voy a exponer los motivos que me llevan a cuestionar la válidez de “La Noche de la nostalgia” como tal.
En primer lugar, parece ridículo que gente de 15 a 30 años inunde los boliches, pubs, bailes y demás antros del país entero, pagando precios exorbitantes tanto por la entrada como por las consumiciones, para recordar con nostalgia algo que no vivió. Es irrisoria la idea de un purrete de 17 años departiendo con su novia de 18 acerca de las bondades musicales de una época, como los años 70, de la que no formaron parte, en la que ni siquiera existían como espermatozoides, en la que sus padres ni soñaban con ellos. A ver si con esta dramatización les queda más claro.
Noche del 24 de Agosto, fiesta en una chacra de Canelones
Yonatan (nacido en 1988)_ Vo Yesi, qué nivel, qué fiesta, me hace acordar a las bailantas del Sudamérica, a los tiempos de Karibe con K… te acordás qué pibe que era el “Fata”? Y el Yesti Prieto? No hacían playback en aquella época, tampoco se tenían el pelo como ahora, qué tiempos.
Yesica (nacida en 1987)_ Pah Yona, la verdá que sí, menos mal que los genios empresarios de la noche uruguaya inventaron “La noche de la nostalgia”, porque si no la inventaban nunca íbamo a poder recordar estas cosas… Tenés razón Yona.
En segundo lugar, por qué el 24 de Agosto? Qué tiene que ver esta fecha con la nostalgia? Nada, absolutamente nada. Si realmente la idea de los inventores de esta patética fiesta fuera recordar tiempos pasados, hubieran elegido un día más significativo, a saber: el del debut de Palito Ortega, el del nacimiento de Freddy Mercury, el de la despedida de los Bee Gees, el del primer baile de Abel Duarte, el del último disco de Donald o Sergio Denis… en fin, una fecha que verdaderamente sea nostálgica, digna de recordar, no un 24 de Agosto porque al día siguiente es feriado. Esa fecha solamente se justifica por razones económicas, comerciales, no por motivos vinculados a la nostalgia. Tampoco tolero que me vengan con que se recuerda lo sucedido en 1825 en la Piedra Alta, porque no puede caber en la cabeza de nadie que aquellos valientes orientales hubieran deseado ser recordados escuchando Roxette.
En tercer lugar, por qué hay que salir? Acaso no es igualmente nostálgico escuchar siete horas seguidas a Henry Mullins en 90.3 Oldies FM en una Spica tirado en el sillón de mi casa, ahorrando tiempo y dinero? La respuesta a esta última pregunta, en la visión de los defensores de “La noche de la nostalgia”, es un claro y contundente no. Al parecer, en los tiempos que corren, la única forma de ser nostálgico que está permitida y bien vista socialmente es bailar amuchado entre quinientas personas, de las cuales el 80% no tiene la más puta idea de lo que dicen las canciones que están escuchando, el 90% no era nacido cuando las canciones eran populares, el 95% no pega dos pasos de baile seguidos y el 98% son unos crotos. El restante 2% lo conforman los que curran con este negoción que es la nostalgia, otrora sentimiento humano de los más nobles, hoy reducida a una mercancía más de la vorágine capitalista.
Finalmente, y para no quedarme en la crítica, voy a elaborar un programa para MI nostalgia, que puede ser llevado a cabo cualquier día del año y a cualquier hora.
Nostalgia, al menos para mí (uruguayo nacido en 1985 con muy poco camino recorrido) se asocia indisolublemente con la década del 90. En ese tiempo viví mi infancia. Yo solo puedo tener nostalgia de eso, no de la música ochentosa. Es así que varios aspectos del glorioso último decenio no pueden ni deben faltar en la nostalgia de una persona que está al borde de cumplir 20 años. En otros términos, según mi visión, no puede haber nostalgia si faltan algunas de estas actividades: tomar Vascolet (después de la escuela), comer canicas y Tico Tico (de Pernigotti), alfajores Qué Rico, jugar al fútbol (en la vereda y con los amigos en partidos hasta 30 goles), al Richar (a tres toques), al Juego de la botella (para poder darle un pico a una compañerita de clase), al Juego de la copa (a ver si es verdad que la copa se mueve sola o algún boludo la mueve), al Conejo, al Cuatro, a la Escondida (intentando pasar la piedra y no recibirla para no quedarla y llegado el caso hacer la famosa pica por todos los compa), al Ring raje, al Metro, al 25 (cabeza vale diez y chilena veinticinco, llegar a la prenda y meter un buen paredón o puente chino), al Cuarto oscuro, al Veo veo, al Serio, a la Guerra de Agua (preferentemente contra los vecinos más odiados), al Robamontón, al Atari, al Family Game (con el adaptador para Nintendo), al Nintendo, al Super Nintendo, al Sega, al Pacman, al Tetris, al Goal, al Goal Two, al Super Mario World, a todos los FIFA Soccer (hasta el 99), al Francia 98, a Carmen San Diego (para ver cómo salía el ladrón de adentro de la vasija y ponían esa musiquita inolvidable), al Mete Pata (en lo posible sin quebrarte los tobillos), al PC Fútbol, al Need for speed 2, mirar Supercampeones (y practicar el tiro de remate, el del tigre o las acrobacias de los Hermanos Korioto), los Osos Gummies (soñando con alguna vez encontrar una planta de gomivalla), el Pato Darwin (en lo posible tarareando la canción en la presentación del programa), Mac Pato, Capitán Planeta (lamentándote porque al representante de Sudamérica lo llaman Corazón), los dibujitos de los fantasmas en Canal 5, Charoná y Torúmbulo, Cúpido motorizado, los Power Rangers, Johnny Quest, las Aventuras de Tin Tin, el tándem de la risa con La niñera y Los tuyos y los míos, Jugate conmigo, Requetedivertidos, Cacho Bochinche, Horacio y Gabriela, Nubeluz, Jugo de Colores, las películas cuasi porno de Cine Continuado en Canal 4 (en las que siempre actúa Shannon Tweed), fútbol inglés en Canal 5 con relatos de Enrique Hananía, el Calcio en el 10 con Carlitos Muñoz, Qué Apostamos? con Ramonchu García y la Obregón, El Juego de la Oca con Emilio Aragón, Xuxa (dándole besos a los discapacitados), escuchar al Lobizón del Oeste (y su hit de Marta soy el número 1, continuado en un segundo disco por La arañita de Martita, canción pocas veces recordada que dice en su estribillo “Guarda que te agarra, mira que te pica, la arañita de Martita”), aquel cassette del Cuarteto de Nos que todas las madres odiaban (incluye el Putón del barrio, Zitarrosa en el Cielo y Me agarré el pitito con el cierre, tres clásicos), leer Los Piratas del Atlántico Sur, Los Fantasmas de la Escuela (e ir al teatro a ver la obra), la Guía para la vida de Bart Simpson, las innumerables Revistas Charoná… y una larga lista de etcéteras.
Después de esto, qué me van a venir a hablar a mí de “La noche de la nostalgia”…