viernes, junio 12, 2009

La patria depresiva


Por momentos parece no haber estímulos. Uno deja de ansiar cosas. El amor no es correspondido. No hay esperanza. La rutina no lleva a ningún lado. No pasan nada en la tele.

Si siente esto un día en dónde, según el horóscopo que da Verónica Lavalle, tendría que ser feliz y conseguir un ascenso, tenemos un problema.

Si las mismas cosas lo atormentan por un período más o menos largo de tiempo ya el problema es usted.

Desde este espacio no proponemos la consulta con un psicólogo porque aquí no creemos en ellos. Es decir desconfiamos y nos negamos a pagarle -así presente boleta firmada u otro título ejecutivo- a quien dice ayudarnos a saber cómo nos sentimos.

Desde este humilde espacio proponemos la solución valiente, honorable y noble de morir pegándose un tiro. Aún mejor si es usted tradicionalista e historicista y se hace un solemne hara-kiri. Eso es morir. Un tipo que dice hasta acá llegué, ya dí lo que tenía que dar, de aquí en más solo voy a dar lástima.

Señor depresivo, no espere alguna causa de muerte natural o accidental. Tiene que ser usted mismo quien ponga el punto final, y no una pandemia o la caída en el medio del Atlántico del Airbus que lo llevaba de vacaciones. Tampoco se puede permitir que su vida dependa de un automovilista borracho que lo atropelle o no, o de la diligencia de un médico del Sistema Nacional Integrado de Salud.

El suicidio es un final cierto y programado y la vida de quien se decida por ese noble camino adquiere como tal todas las ventajas de algo estructurado y preconcebido. Una novela cerrada como corresponde, sin olvidos, nada de finales truncos.

Piénselo bien. Es lo más sensato.

Si aún está en duda siga a la selección uruguaya en las Eliminatorias.