jueves, julio 31, 2008

Facebook, control social, principios, sistema, resistencia


Te llegan invitaciones a tu correo para formar parte de un programa que básicamente consiste en publicar tus datos, fotos, mensajes y ainda mais en la web (al alcance de una corporación norteamericana -presunción de maldad en su contra- que factura millones al año y de todo aquel que quiera verlos -a pesar del verso de los niveles de privacidad-)

Te reís. Pensás "¿le gané a Fotolog y no le voy a ganar a estos muertos?" Las rechazás. Siguen llegando. Las rechazás. Siguen llegando. Las rechazás. Siguen llegando. Te agarran con la guardia baja (o te ganan por cansancio) y las aceptás. Zás. Primer paso.

Te empezás a familiarizar con el tema y ves que muchos de tus amigos están ahí. ¿Son todos idiotas o yo estoy peor que Bart en el capítulo del Focusyn? Punto medio. "Pongo un seudónimo, solo acepto invitaciones, integro grupos básicos y no escribo en muros ni hago test alguno". Qué digno.

Aparecen los comentarios en las reuniones de amigos y demás "grupos de pares". Pasa que es el tema del momento. Contás tu situación. Te toman el pelo. Se aprovechan de que estás en pedo y te sacan "excepciones" a tu regla. Los invitás a ser tus amigos.

Pasan los días y aquel estoico clickeador de "ignorar" está cada vez más lejos. Si ahora escribís en algún que otro muro y hasta formás un grupo!! Momento ideal para la reflexión: "botija, si seguís así vas a terminar como el que aparece al final del aviso argentino de los vinos".