domingo, agosto 16, 2009

Qué mal que estoy pasando



Montevideo, 20 de abril de 2009

Sumido en el letargo casi eterno de las clases de Público III es que me animo a garabatear estas líneas.

¡Oh! ¡oh! ¡oh! ¡Cuánta maldad, diosa fortuna! Has descargado tu cargador de ira furiosa en mi pobre cuerpo y en mi cansada mente, al punto de reducirla a nada más que polvo.

Sobrevivo arrastrándome en el lodo de esta vida que no es vida. Tal vez exagere, puede ser, pero es que estas horas hacen brotar lo peor de mi ser.

Escucho risas infantiles en los alrededores y sinceramente no las creo, pues mi psiquis ha sido cruelmente invadida por un ejército que aniquiló todo recuerdo de felicidad que alguna vez habitó sus recovecos, impidiendo así cualquier intento de empatía.

¡Pucha que vale la pena estar vivo! era una de mis frases de cabecera. Ahora veo el rostro con gesto adusto del Profesor Miyagui y solo atino a pegarme un tiro en las pelotas y terminar de una buena vez con este martirio.

Pero no, no vale la pena, repito haciéndome trampas al solitario. ¿Cómo no va a valer la pena, si esto es la muerte en vida?