lunes, diciembre 24, 2007

...y Próspero Silva


Horas después de posteada la historia de Elbio Guasque (que aún con fotitos en el medio nadie leyó), horas antes de que todos le demos de comer a los vendedores de cañitas voladores (garcas si los hay), quiero hacer como todos los programas de televisión que no tienen nada para poner y meter un "balance del año 2007".

Me parece que en los tiempos que corren hay pocas cosas para festejar. Como escasean, hay que celebrarlas mucho. Su valor está dado por lo peculiar y no por lo abundante, por lo diverso y no por lo contínuo. Estos días son de mucho humo. Cuesta dejarlo de lado para ver el bello fiero fuego, pero vale la pena esforzarse.

Cuando levante las copas hoy me voy a acordar de la gente que me acompaña en ese hermoso sacrificio. De aquellos con ambición tan ilimitada que no hay cheque que compre su vida porque entienden que el premio mayor no es la guita sino la libertad. De los amigos que estamos vinculados por los planes -no únicamente por salir de caravana-, refugiados en un anonimato recomendable -lejano de la vigilancia de la popularidad-, dispuestos a perder un poco de plata con el perfume antes que llenarnos los bolsillos con olor a bosta.

Tendré presente a esa gente heroíca y abnegada que el sistema reniega pero que lucha valientemente por los sueños que le fueron infectados por otros que ya no están. A los que entienden que la bohemia se ha transformado en un chusmerío barato, manifestación nocturna del Derecho Chimentero que lleva a algunos a clamar por guitarra y playa y preferir quedarse en su casa.

No me voy a olvidar de quienes ven al gallo malo como algo ofensivo para la condición humana, prejuicio compartido contrario al idealismo de los proyectos existenciales, problemáticos por definición. En definitiva, lo único que no trae problemas es una vida prolija, rutinaria y obediente a todas las consignas del sistema. Pero, sinceramente, eso para mí no es vida.

Gracias Carlos por soplarme.

domingo, diciembre 16, 2007

Elbio Guasque. Ni más. Ni menos.

Ante los documentos reveladores que aportó Diego M. (y la inevitable consecuencia de no asimilar correctamente el suceso) voy a ensayar unas líneas para describir la historia de Elbio Guasque, el singular personaje que conocimos en Privado I y que Diego M. encontró, casi cuatro años después, trabajando de mozo para la Confitería La Esmeralda en un brindis de la noche montevideana.

Sentado en la primera fila de esa bizarra clase, frente a la Escribana que se comía la cera de las orejas y al lado del policía que había largado Ingeniería a meses de recibirse para seguir Derecho, Elbio navegaba en las aguas del anonimato. En los patios de la Casa Mayor de Estudios, en cambio, se erigía como líder natural del grupo. Cómo olvidar sus charlas en el banco del ala que da a Frugoni, repletas de una sabiduría que nosotros, imberbes purretes de primeras armas en la Universidad, intentábamos aprehender. Entre las caripelas que integraban el auditorio de Guasque destacábamos Diego M., R.R., los primos armenios, el gordito que se parecía a Maradona y yo. ¡Qué plantel, por favor!

Casi en forma natural, el protagonismo de Elbio también se empezó a notar en el salón Fernando Miranda. Lejos de las maneras imperiales, se afianzó como gurú del alumnado de aquel curso de la tarde a pura caballerosidad oriental. Cortés y valiente, Guasque marcaba los tiempos de la clase y aparecía cuando las papas quemaban. Para muestra basta un botón: cuando algunos estudiantes charlaban en los pasillos, perturbando el normal desarrollo de nuestra clase, Elbio se levantaba de su silla, recorría los dos metros que lo separaban de la puerta y movía sus manos extendidas hacia abajo en claro gesto de que pararan un poco. Les aseguro que no volaba una mosca.

Elbio era nuestro ídolo. El superhéroe que derrotaba a los malignos mitos revelados en el último año liceal y confirmados en las primeras semanas de educación terciaria: "en Facultad sos un número", "a nadie le importás", "no vas a conseguir amigos"... Guasque los hacía añicos. Era nuestro ejemplo a seguir: trabajaba (en el comedor universitario), mantenía una familia (él mismo estaba construyendo su casa) y encima tenía tiempo para estudiar. En otras palabras, era una especie en extinción, un fiel exponente de un país al que todos dan por muerto hace rato, un tipo que luchaba por el "american dream" criollo, que cultivaba el sacrificio como valor que tarde o temprano sería remunerado.

Para terminar de consagrarse como genio y figura, Elbio anduvo flojo en su primer parcial y en lugar de tirar la toalla le pidió a la Profesora para dar un oral y así contrarrestar su mal desempeño en el interno. Un mostro. Además, en esos días se puso al hombro la organización de un fútbol 5 de la clase, honrándome con ser su mano derecha en esa noble tarea. Sin lugar a dudas, Guasque estaba en la cresta de la ola, pero el destino le depararía una suerte que ni el más osado podría haber imaginado.

Llegó el día del oral que tenía que dar Elbio. Con lentes de intelectual y el Código Civil en la falda ("esta disertación va a hacer historia", pensé), Guasque arrancó complicado, titubeante en su intervención. La sorpresa era generalizada. Pasaban los minutos y la situación era cada vez peor: Elbio no pegaba una y nadie entendía nada. Para rematar el estupor generalizado, Guasque se durmió. Sí. Así como lo leen: El hijo de puta estaba en plena cháchara y entró a cabecear como el Loco Abreu hasta caer en el más profundo de los sueños. La escena fue lamentable: Nuestro ídolo resultaba ser de barro, se desmoronaba en nuestras narices, al igual que nuestra concepción del mundo. Desde entonces, no hubo marcha atrás. La decadencia fue total. El fin de semana siguiente al bochorno se disputó el partido pactado y Elbio ni se apareció por La Catedral.

Consumada la catástrofe del líder, aquel grupo nunca volvió a ser el que fue. Pasaron los días y de Guasque no se supo nada. Moría el hombre y nacía la leyenda. Se tejieron todo tipo de elucubraciones: Algunos lo compararon con el timador que le vendió el monorriel a Springfield, otros llegaron a dudar de su existencia arguyendo que era producto de una alucinación por consumo colectivo de sustancias psicotrópicas y hasta hubo quienes afirmaron que era un holograma. La versión más creíble fue la que aportó una mujer que se apersonó ante la Profesora meses después de los nefastos acontecimientos: alegando ser la esposa de Elbio, contó que su marido se había desgarrado un tendón del brazo durante la construcción de su vivienda y que por estar convalesciente no había podido concurrir más a clase. Sumido en el nihilismo abolsuto, dolorosamente decepcionado, despechado como novia abandonada, jamás compré ese buzón.

Dicen que el tiempo cura las heridas. No estoy seguro, pero es cierto que ayuda a olvidar. Con los años, las secuelas del affaire Guasque se fueron sintiendo cada vez menos, pero esta súbita aparición de Elbio pone el tema nuevamente en el tapete. Es fácil criticar a Diego M. por no haber interrogado a Guasque en el brindis. Yo lo hice, pero reconociendo que probablemente también me habría paralizado ante semejante escena. Quedaron demasiados cabos sueltos. Seguramente, en uno de los tantos viajes por los rincones de nuestra memoria, alguna vez retumbará con fuerza la siguiente pregunta: ¿Por qué, Elbio? ¿Por qué?

viernes, diciembre 14, 2007

Asunción, capital del Paraguay

Asumió la esposa del ex presidente Kirchner. Viva Perón.



Aparentemente ya habría gestiones con vistas a las elecciones del 2011. Se maneja la idea de que a Cristina Fernández la suceda el perro ovejero de la familia Kirchner. "Es muy inteligente y tiene las vacunas al día" dijo una fuente cercana.



Fue primicia de zanganeidades.blogspot


"Perón no ha muerto... sigue viviendo en Carlos Paz"

martes, diciembre 11, 2007

Y al final se dieron cuenta


Duras acusaciones de corrupción...

Nin Novoa y su hermano se la estaban llevando toda.

Saltaba a la vista... lo del método ILVEM era todo joda.