Sobre el verano, Rocha, la gilada, los caretas, La Coronilla y ainda mais
Tengo 21 años y éste va a ser mi verano número 22 en Rocha. Tengo 21 años y éste va a ser mi verano número 22 en el glorioso balenario La Coronilla, ubicado en el kilómetro 314 de la Ruta 9, a escasos 25 kilómetros de la frontera de Uruguay con Brasil.
Cuando fui por primera vez, con apenas 4 meses, empecé a descubrir el mejor rincón de la costa uruguaya, sin dudas. Es imposible enumerar en este post las ventajas que posee el pueblo que fundó Leopoldo Fernández. Objetiva y subjetivamente.
Rocha, y específicamente La Coronilla, son un lugar de culto. Prácticamente me crié en esas playas. Son una forma de vivir el verano, única e intransferible, imposible de explicar. Y esto no es cursilería. Esto es la pura verdad.
Durante toda mi vida escuché a los ignorantes, a los que no entienden y jamás van a poder entender lo que se siente veranear en el mejor departamento del Interior, decir cualquier pavada con respecto a Rocha. Que queda muy lejos. Que las playas son feas. Que no va nadie. Que no tiene movida nocturna. Que no mete onda como Punta del Este. Que lo más parecido a una mina que podés encontrar son vacas. Que no tiene boliches como Piedra Lisa o Keops. Etc.
Años enteros vi a estos payasos hablar al pedo, ríendome socarronamente de lo equivocados que estaban y de las maravillas que se perdían por tener un balde en la cabeza y soplar con el viento de los desfiles de Giordano y la Teleplatea de Atlántida copada por Omar Gutiérrez.
Tambíen me reía de contento: me regocijaba ser uno de los pocos privilegiados que sabía realmente cómo venía la mano. En el summum del disfrute aparecía mi viejo, cual Nostradamus, diciéndome que algún día esto se iba a terminar. Que nos iban a invadir. Me asustaba un poco, pero yo no lo creía. La gilada estaba muy ocupada mirando Todo Punta, y los caretas ni vichaban las páginas de los pagos más allá de Parque del Plata en la Guía Guambia.
Lamentablemente, estaba equivocado: la profecía de mi padre se cumplió. Rocha se puso de moda, hace un par de años, y ahora resulta que los que la calumniaban son los primeros en sacarse cartel cacareando "yo veraneo en Rocha". Parece que la gilada, en un ataque de snobismo que primero llegó a José Ignacio y después a la Laguna Garzón, decidió que Punta y alrededores estaban out y que La Pedrera era más cool. Los caretas, guiados por sus líderes del momento, descubrieron que Uruguay iba más allá del segundo peaje y fueron con sus discos recién comprados de La Trampa y No Te Va Gustar a la meca de los pseudo-hippies: Punta del Diablo.
La tierra donde nace el sol de la patria, saturada por estos hijos de puta, se prendió fuego. Metafórica y literalmente. El verano del boom de Rocha coincidió con el incendio que devastó balnearios enteros. Parecía que todo estaba perdido, pero el alguna vez séptimo pesquero más grande del mundo y complejo hotelero más importante del Cono Sur frenó las llamas. Literal y metafóricamente. El heroico pueblo de La Coronilla derrotó al incendio y a la invasión de veletas que estaban quemando todo, que se plantaron poco antes de llegar al Canal Andreoni, rendidas ante las invencibles fuerzas de Casuriaga y compañía.
Este verano pinta para ser una réplica de lo que viene pasando desde el incendio. Con Rocha copada por el rebaño de pelotudos y La Coronilla resistiendo los embates con la responsabilidad de iniciar la reconquista del departamento y desterrar por siempre a los indeseables. Para llevar a cabo la tarea contamos con los más diversos medios: el Centro de Información Turística como Cuartel General, la salinera como búnker, el avión de Cócaro como Fuerza Aérea, la moto del hijo de Pedro y el carrito de Fernando como Ejército, el bote de Romero como Armada y, factor fundamental, la estrategia miliar de Fabricio "Winston Churchill" Castro. Sabremos cumplir.